Hechos-22

(Reina Valera 1995)

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  • 1 «Hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros.»
  • 2 Al oír que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más silencio. Él les dijo:
  • 3 «Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la Ley de nuestros padres, celoso de Dios como hoy lo sois todos vosotros.
  • 4 Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres;
  • 5 como el Sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos, de quienes también recibí cartas para los hermanos, fui a Damasco para traer presos a Jerusalén también a los que estuvieran allí, para que fueran castigados.
  • 6 »Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo.
  • 7 Caí al suelo y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”
  • 8 Yo entonces respondí: “¿Quién eres, Señor?” Me dijo: “Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues.”
  • 9 Los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron, pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo.
  • 10 Yo dije: “¿Qué haré, Señor?” Y el Señor me dijo: “Levántate y vete a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas.”
  • 11 Como yo no veía a causa de aquella luz resplandeciente, llegué a Damasco llevado de la mano por los que estaban conmigo.
  • 12 »Entonces uno llamado Ananías, hombre piadoso según la Ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí habitaban,
  • 13 vino a mí y, acercándose, me dijo: “Hermano Saulo, recibe la vista.” Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré.
  • 14 Él dijo: “El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, veas al Justo y oigas la voz de su boca,
  • 15 porque serás testigo suyo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído.
  • 16 Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate, bautízate y lava tus pecados invocando su nombre.”
  • 17 »Volví a Jerusalén, y mientras estaba orando en el Templo me sobrevino un éxtasis.
  • 18 Vi al Señor, que me decía: “Date prisa y sal prontamente de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.”
  • 19 Yo dije: “Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti;
  • 20 y cuando se derramaba la sangre de Esteban, tu testigo, yo mismo también estaba presente y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que lo mataban.”
  • 21 Pero me dijo: “Ve, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles.”»
  • 22 Lo oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: —¡Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva!
  • 23 Y como ellos gritaban, arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire,
  • 24 mandó el comandante que lo metieran en la fortaleza y ordenó que fuera azotado para que hablara, a fin de saber por qué causa gritaban así contra él.
  • 25 Pero cuando lo ataban con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: —¿Os está permitido azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?
  • 26 Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al comandante, diciendo: —¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano.
  • 27 Se acercó el comandante y le dijo: —Dime, ¿eres tú ciudadano romano? Él dijo: —Sí.
  • 28 Respondió el comandante: —Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: —Pero yo lo soy de nacimiento.
  • 29 Así que, al punto se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el comandante, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberlo atado.
  • 30 Al día siguiente, queriendo saber con certeza la causa por la cual lo acusaban los judíos, lo soltó de las cadenas, y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el Concilio, y sacando a Pablo, lo presentó ante ellos.
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