Hechos-20

(Reina Valera 1995)

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  • 1 Cuando cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos y, habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para Macedonia.
  • 2 Después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarlos con abundancia de palabras, llegó a Grecia.
  • 3 Al cabo de tres meses de estar allí, debido a los planes que los judíos tenían contra él cuando se embarcara para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.
  • 4 Lo acompañaron hasta Asia, Sópater hijo de Pirro, de Berea; Aristarco y Segundo, de Tesalónica; Gayo, de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.
  • 5 Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas.
  • 6 Y nosotros, pasados los días de los Panes sin levadura, zarpamos de Filipos y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días.
  • 7 El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo que tenía que salir al día siguiente, les enseñaba, y alargó el discurso hasta la medianoche.
  • 8 Había muchas lámparas en el aposento alto donde se hallaban reunidos.
  • 9 Un joven llamado Eutico estaba sentado en la ventana, y rendido de un sueño profundo por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto.
  • 10 Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándolo, dijo: —No os alarméis, pues está vivo.
  • 11 Después de haber subido, partió el pan, lo comió y siguió hablando hasta el alba; y luego se fue.
  • 12 Llevaron vivo al joven, y fueron grandemente consolados.
  • 13 Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a Pablo, ya que así lo había determinado, queriendo él ir por tierra.
  • 14 Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándolo a bordo, vinimos a Mitilene.
  • 15 Navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día tocamos puerto en Samos. Hicimos escala en Trogilio, y al día siguiente llegamos a Mileto.
  • 16 Pablo se había propuesto pasar de largo a Éfeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar el día de Pentecostés, si le fuera posible, en Jerusalén.
  • 17 Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia.
  • 18 Cuando vinieron a él, les dijo: —Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que llegué a Asia,
  • 19 sirviendo al Señor con toda humildad, con muchas lágrimas y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos;
  • 20 y cómo nada que fuera útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,
  • 21 testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.
  • 22 Ahora, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que allá me ha de acontecer;
  • 23 salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio de que me esperan prisiones y tribulaciones.
  • 24 Pero de ninguna cosa hago caso ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
  • 25 »Y ahora, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro.
  • 26 Por tanto, yo os declaro en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos,
  • 27 porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.
  • 28 Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre,
  • 29 porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño.
  • 30 Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para arrastrar tras sí discípulos.
  • 31 Por tanto, velad, acordándoos de que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.
  • 32 »Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados.
  • 33 Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado.
  • 34 Antes bien vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido.,
  • 35 En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir.”»
  • 36 Cuando terminó de decir estas cosas, se puso de rodillas y oró con todos ellos.
  • 37 Entonces hubo gran llanto de todos, y echándose al cuello de Pablo, lo besaban,
  • 38 y se dolían en gran manera por la palabra que dijo de que no verían más su rostro. Y lo acompañaron al barco.
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