Marcos-14

(Reina Valera 1995)

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  • 1 Dos días después era la Pascua y la fiesta de los Panes sin levadura. Los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderlo con engaño y matarlo.
  • 2 Y decían: «No durante la Fiesta, para que no se alborote el pueblo.»
  • 3 Pero estando él en Betania, sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho valor; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza.
  • 4 Entonces algunos se enojaron dentro de sí, y dijeron: —¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?,
  • 5 pues podía haberse vendido por más de trescientos denarios y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella.
  • 6 Pero Jesús dijo: —Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho.
  • 7 Siempre tendréis a los pobres con vosotros y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis.
  • 8 Ésta ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.
  • 9 De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.
  • 10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo.
  • 11 Ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba oportunidad para entregarlo.
  • 12 El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le preguntaron: —¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la Pascua?
  • 13 Y envió a dos de sus discípulos diciéndoles: —Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo,
  • 14 y donde entre decid al señor de la casa: “El Maestro dice: ‘¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?’”
  • 15 Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto. Haced allí los preparativos para nosotros.
  • 16 Fueron sus discípulos, entraron en la ciudad, hallaron lo que les había dicho y prepararon la Pascua.
  • 17 Cuando llegó la noche vino él con los doce.
  • 18 Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: —De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar.
  • 19 Entonces ellos comenzaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: —¿Seré yo? Y el otro: —¿Seré yo?
  • 20 Él, respondiendo, les dijo: —Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato.
  • 21 A la verdad el Hijo del hombre va, tal como está escrito de él, pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido.
  • 22 Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y les dio, diciendo: —Tomad, esto es mi cuerpo.
  • 23 Después tomó la copa y, habiendo dado gracias, les dio y bebieron de ella todos.
  • 24 Y les dijo: —Esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada.
  • 25 De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.
  • 26 Después de haber cantado el himno, salieron al Monte de los Olivos.
  • 27 Entonces Jesús les dijo: —Todos os escandalizaréis de mí esta noche, pues escrito está: “Heriré al pastor y las ovejas serán dispersadas.”
  • 28 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
  • 29 Entonces Pedro le dijo: —Aunque todos se escandalicen, yo no.
  • 30 Y le dijo Jesús: —De cierto te digo que tú hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces.
  • 31 Pero él con mayor insistencia decía: —Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.
  • 32 Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: —Sentaos aquí, entre tanto que yo oro.
  • 33 Se llevó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse.
  • 34 Y les dijo: —Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad.
  • 35 Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que, si fuera posible, pasara de él aquella hora.
  • 36 Y decía: «¡Abba, Padre!, todas las cosas son posibles para ti. Aparta de mí esta copa; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.»
  • 37 Vino luego y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: —Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?
  • 38 Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
  • 39 Otra vez fue y oró, diciendo las mismas palabras.
  • 40 Al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle.
  • 41 Vino la tercera vez, y les dijo: —¡Dormid ya y descansad! ¡Basta, la hora ha llegado! He aquí, el Hijo del hombre es entregado en manos de los pecadores.
  • 42 »¡Levantaos! ¡Vamos! Ya se acerca el que me entrega.
  • 43 Aún estaba él hablando cuando vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos.
  • 44 El que lo entregaba les había dado señal, diciendo: «Al que yo bese, ése es. Prendedlo y llevadlo con seguridad.»
  • 45 Cuando vino, se acercó luego a él y le dijo: —¡Maestro! ¡Maestro! Y lo besó.
  • 46 Entonces ellos le echaron mano y lo prendieron.
  • 47 Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo sacerdote y le cortó la oreja.
  • 48 Respondiendo Jesús, les dijo: —¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme?
  • 49 Cada día estaba con vosotros enseñando en el Templo y no me prendisteis; pero así es, para que se cumplan las Escrituras.
  • 50 Entonces todos los discípulos, dejándolo, huyeron.
  • 51 Pero cierto joven lo seguía, cubierto el cuerpo con una sábana. Lo prendieron,
  • 52 pero él, dejando la sábana, huyó desnudo.
  • 53 Trajeron, pues, a Jesús ante el sumo sacerdote; y se reunieron todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas.
  • 54 Pedro lo siguió de lejos hasta dentro del patio del Sumo sacerdote; y estaba sentado con los guardias, calentándose al fuego.
  • 55 Los principales sacerdotes y todo el Concilio buscaban testimonio contra Jesús para entregarlo a la muerte, pero no lo hallaban,
  • 56 porque muchos daban falso testimonio contra él, pero sus testimonios no concordaban.
  • 57 Entonces, levantándose unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo:
  • 58 —Nosotros lo hemos oído decir: “Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro no hecho a mano.”
  • 59 Pero ni aun así concordaban en el testimonio.
  • 60 Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: —¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti?
  • 61 Pero él callaba y nada respondía. El Sumo sacerdote le volvió a preguntar: —¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
  • 62 Jesús le dijo: —Yo soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo.
  • 63 Entonces el Sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: —¿Qué más necesidad tenemos de testigos?
  • 64 Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos lo condenaron, declarándolo digno de muerte.
  • 65 Entonces algunos comenzaron a escupirlo, a cubrirle el rostro, a darle puñetazos y a decirle: «¡Profetiza!» También los guardias le daban bofetadas.
  • 66 Estando Pedro abajo, en el patio, vino una de las criadas del Sumo sacerdote,
  • 67 y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándolo, le dijo: —Tú también estabas con Jesús, el nazareno.
  • 68 Pero él negó, diciendo: —No lo conozco, ni sé lo que dices. Y salió a la entrada, y cantó el gallo.
  • 69 La criada, viéndolo otra vez, comenzó a decir a los que estaban allí: —Éste es uno de ellos.
  • 70 Pero él volvió a negarlo. Poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: —Verdaderamente tú eres de ellos, porque eres galileo y tu manera de hablar es semejante a la de ellos.
  • 71 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: —¡No conozco a este hombre de quien habláis!
  • 72 Y el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: «Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces.» Y pensando en esto, lloraba.
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