Marcos-5

(Reina Valera 1995)

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  • 1 Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos.
  • 2 Cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu impuro
  • 3 que habitaba en los sepulcros y nadie podía atarlo, ni aun con cadenas.
  • 4 Muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos. Nadie lo podía dominar.
  • 5 Y siempre, de día y de noche, andaba gritando en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras.
  • 6 Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió y se arrodilló ante él.
  • 7 Y clamando a gran voz, dijo: —¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te conjuro por Dios que no me atormentes!
  • 8 (Porque le decía: «Sal de este hombre, espíritu impuro.»)
  • 9 Jesús le preguntó: —¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: —Legión me llamo, porque somos muchos.
  • 10 Y le rogaba mucho que no los enviara fuera de aquella región.
  • 11 Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo.
  • 12 Y le rogaron todos los demonios, diciendo: —Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.
  • 13 Jesús, de inmediato, les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus impuros, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil. El hato se precipitó al mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron.
  • 14 Los que cuidaban los cerdos huyeron y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y la gente salió a ver qué era aquello que había sucedido.
  • 15 Llegaron a Jesús y vieron al que había estado atormentado por el demonio, el que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
  • 16 Y los que lo habían visto les contaron lo que le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los cerdos.
  • 17 Entonces comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos.
  • 18 Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que lo dejara quedarse con él.
  • 19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: —Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido misericordia de ti.
  • 20 Él se fue y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban.
  • 21 Al pasar otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió a su alrededor una gran multitud; y él estaba junto al mar.
  • 22 Y vino un alto dignatario de la sinagoga, llamado Jairo. Al verlo, se postró a sus pies,
  • 23 y le rogaba mucho, diciendo: —Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y viva.
  • 24 Fue, pues, con él, y lo seguía una gran multitud, y lo apretaban.
  • 25 Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre,
  • 26 y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía y de nada le había servido, antes le iba peor,
  • 27 cuando oyó hablar de Jesús se acercó por detrás entre la multitud y tocó su manto,
  • 28 porque decía: «Si toco tan solo su manto, seré salva.»
  • 29 Inmediatamente la fuente de su sangre se secó, y sintió en el cuerpo que estaba sana de su azote.
  • 30 Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, preguntó: —¿Quién ha tocado mis vestidos?
  • 31 Sus discípulos le dijeron: —Ves que la multitud te aprieta, y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”
  • 32 Pero él miraba alrededor para ver quién lo había hecho.
  • 33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él y le dijo toda la verdad.
  • 34 Él le dijo: —Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad.
  • 35 Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del alto dignatario de la sinagoga, diciendo: —Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas más al Maestro?
  • 36 Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al alto dignatario de la sinagoga: —No temas, cree solamente.
  • 37 Y no permitió que lo siguiera nadie sino Pedro, Jacobo y Juan, hermano de Jacobo.
  • 38 Vino a casa del alto dignatario de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho.
  • 39 Entró y les dijo: —¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino dormida.
  • 40 Y se burlaban de él. Pero él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña.
  • 41 Tomó la mano de la niña y le dijo: —¡Talita cumi! (que significa: “Niña, a ti te digo, levántate”).
  • 42 Inmediatamente la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y la gente se llenó de asombro.
  • 43 Pero él les insistió en que nadie lo supiera, y dijo que dieran de comer a la niña.
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