Romanos-8

(Reina Valera 1995)

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  • 1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu,
  • 2 porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
  • 3 Lo que era imposible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne,
  • 4 para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
  • 5 Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
  • 6 El ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz,
  • 7 por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco pueden;
  • 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
  • 9 Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
  • 10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, pero el espíritu vive a causa de la justicia.
  • 11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que está en vosotros.
  • 12 Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne,
  • 13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
  • 14 Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios,
  • 15 pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: «¡Abba, Padre!»
  • 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
  • 17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
  • 18 Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse,
  • 19 porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
  • 20 La creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza.
  • 21 Por tanto, también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
  • 22 Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora.
  • 23 Y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo,
  • 24 porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; ya que lo que alguno ve, ¿para qué esperarlo?
  • 25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.
  • 26 De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
  • 27 Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
  • 28 Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
  • 29 A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
  • 30 Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó.
  • 31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
  • 32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
  • 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
  • 34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
  • 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada?
  • 36 Como está escrito: «Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero.»
  • 37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
  • 38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir,
  • 39 ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.
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