San Lucas-10

(Reina Valera 1995)

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  • 1 Después de estas cosas, el Señor designó también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir.
  • 2 Y les dijo: «La mies a la verdad es mucha, pero los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
  • 3 Id; yo os envío como corderos en medio de lobos.
  • 4 No llevéis bolsa ni alforja ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.
  • 5 En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: “Paz sea a esta casa.”
  • 6 Si hay allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.
  • 7 Quedaos en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den, porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa.
  • 8 En cualquier ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan delante
  • 9 y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: “Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.”
  • 10 Pero en cualquier ciudad donde entréis y no os reciban, salid por sus calles y decid:
  • 11 “¡Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros! Pero sabed que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.”
  • 12 Os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma que para aquella ciudad.
  • 13 »¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentadas en ceniza y con vestidos ásperos, se habrían arrepentido.
  • 14 Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para vosotras.
  • 15 Y tú, Capernaúm, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida.
  • 16 »El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió».
  • 17 Regresaron los setenta con gozo, diciendo: —¡Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre!
  • 18 Les dijo: —Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
  • 19 Os doy potestad de pisotear serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.
  • 20 Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.
  • 21 En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: «Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
  • 22 »Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.»
  • 23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: —Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis,
  • 24 pues os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
  • 25 Un intérprete de la Ley se levantó y dijo, para probarlo: —Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
  • 26 Él le dijo: —¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?
  • 27 Aquél, respondiendo, dijo: —Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
  • 28 Le dijo: —Bien has respondido; haz esto y vivirás.
  • 29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: —¿Y quién es mi prójimo?
  • 30 Respondiendo Jesús, dijo: —Un hombre que descendía de Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones, los cuales lo despojaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto.
  • 31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y al verlo pasó de largo.
  • 32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, al verlo pasó de largo.
  • 33 Pero un samaritano que iba de camino, vino cerca de él y, al verlo, fue movido a misericordia.
  • 34 Acercándose, vendó sus heridas echándoles aceite y vino, lo puso en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él.
  • 35 Otro día, al partir, sacó dos denarios, los dio al mesonero y le dijo: “Cuídamelo, y todo lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando regrese.”
  • 36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
  • 37 Él dijo: —El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: —Ve y haz tú lo mismo.
  • 38 Aconteció que, yendo de camino, entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
  • 39 Ésta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
  • 40 Marta, en cambio, se preocupaba con muchos quehaceres y, acercándose, dijo: —Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
  • 41 Respondiendo Jesús, le dijo: —Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.
  • 42 Pero solo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
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