Nehemías-2

(Reina Valera 1995)

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  • 1 Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, que estando ya el vino delante de él, tomé el vino y lo serví al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia,
  • 2 me dijo el rey: —¿Por qué está triste tu rostro?, pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón. Entonces tuve un gran temor.
  • 3 Y dije al rey: —¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no ha de estar triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego?
  • 4 —¿Qué cosa pides? —preguntó el rey. Entonces oré al Dios de los cielos,
  • 5 y le respondí: —Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré.
  • 6 Entonces el rey, que tenía a la reina sentada junto a él, me preguntó: —¿Cuánto durará tu viaje y cuándo volverás? Y agradó al rey enviarme, después que yo le indiqué las fechas.
  • 7 Le dije además al rey: —Si al rey le place, que se me den cartas para los gobernadores al otro lado del río, para que me franqueen el paso hasta que llegue a Judá;
  • 8 y carta para Asaf, guarda del bosque del rey, a fin de que me dé madera para enmaderar las puertas de la ciudadela de la Casa, para el muro de la ciudad y para la casa en que yo estaré. Y me lo concedió el rey, porque la benéfica mano de mi Dios estaba sobre mí.
  • 9 Fui luego a los gobernadores del otro lado del río y les di las cartas del rey. También el rey envió conmigo capitanes del ejército y gente de a caballo.
  • 10 Pero cuando lo oyeron Sanbalat el horonita, y Tobías el siervo amonita, les disgustó mucho que viniera alguien a procurar el bien de los hijos de Israel.
  • 11 Llegué, pues, a Jerusalén, y después de estar allí tres días,
  • 12 me levanté de noche, yo y unos pocos hombres conmigo, y no declaré a nadie lo que Dios había puesto en mi corazón que hiciera en Jerusalén. No tenía cabalgadura conmigo, sino la única en que yo cabalgaba.
  • 13 Aquella misma noche salí por la puerta del Valle hacia la fuente del Dragón y a la puerta del Muladar; y observé los muros de Jerusalén que estaban derribados y sus puertas que habían sido consumidas por el fuego.
  • 14 Pasé luego a la puerta de la Fuente y al estanque del Rey, pero no había lugar por donde pasara la cabalgadura en que iba.
  • 15 Subí de noche por el torrente y observé el muro, di la vuelta y entré por la puerta del Valle, y regresé.
  • 16 Los oficiales no sabían a dónde yo había ido ni qué había hecho. Todavía no lo había declarado yo a los judíos y sacerdotes, ni a los nobles y oficiales, ni a los demás que hacían la obra.
  • 17 Les dije, pues: —Vosotros veis la difícil situación en que estamos: Jerusalén está en ruinas y sus puertas consumidas por el fuego. Venid y reconstruyamos el muro de Jerusalén, para que ya no seamos objeto de deshonra.
  • 18 Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena conmigo, y asimismo las palabras que el rey me había dicho. Ellos respondieron: —¡Levantémonos y edifiquemos! Así esforzaron sus manos para bien.
  • 19 Pero cuando lo oyeron Sanbalat el horonita, Tobías el siervo amonita y Gesem, el árabe, se burlaron de nosotros y nos despreciaron, diciendo: —¿Qué es lo que estáis haciendo? ¿Os rebeláis contra el rey?
  • 20 Pero yo les respondí: —El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros, sus siervos, nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén.
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