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Job, retomando la palabra, dijo:2
«Cómo añoro los meses que se han ido, los días en que Dios me cuidaba!3
Su lámpara alumbraba sobre mi cabeza, y por su luz podía andar entre tinieblas.4
Qué días aquellos, cuando yo estaba en mi apogeo y Dios bendecía mi casa con su íntima amistad!5
»Cuando aún estaba conmigo el Todopoderoso, y mis hijos me rodeaban;6
cuando ante mí corrían ríos de crema, y de las rocas fluían arroyos de aceite;7
cuando ocupaba mi puesto en el consejo de la ciudad, y en la plaza pública tomaba asiento,8
los jóvenes al verme se hacían a un lado, y los ancianos se ponían de pie;9
los jefes se abstenían de hablar y se tapaban la boca con las manos;10
los nobles bajaban la voz, y la lengua se les pegaba al paladar.11
Los que me oían, hablaban bien de mí; los que me veían, me alababan.12
Si el pobre recurría a mí, yo lo ponía a salvo, y también al huérfano, si no tenía quien lo ayudara.13
Me bendecían los desahuciados; por mí gritaba de alegría el corazón de las viudas!14
De justicia y rectitud me revestía; ellas eran mi manto y mi turbante.15
Para los ciegos fui sus ojos; para los tullidos, sus pies.16
Fui padre de los necesitados y defensor de los extranjeros.17
A los malvados les rompí la cara; de sus fauces les arrebaté la presa!18
»Llegué a pensar: “Moriré en mi propia casa; mis días serán incontables como la arena del mar.19
Mis raíces llegarán hasta las aguas; el rocío de la noche se quedará en mis ramas.20
Mi gloria mantendrá en mí su lozanía, y el arco en mi mano se mantendrá firme.”21
»La gente me escuchaba expectante, y en silencio aguardaba mi consejo.22
Hablaba yo, y nadie replicaba; mis palabras hallaban cabida en sus oídos.23
Expectantes, absorbían mis palabras como quien espera las lluvias tardías.24
Si yo les sonreía, no podían creerlo; mi rostro sonriente los reanimaba.25
Yo les indicaba el camino a seguir; me sentaba a la cabecera; habitaba entre ellos como un rey entre su tropa, como quien consuela a los que están de luto.