Hebreos-10

(Reina Valera 1995)

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  • 1 La Ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan.
  • 2 De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado.
  • 3 Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados,
  • 4 porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.
  • 5 Por lo cual, entrando en el mundo dice: «Sacrificio y ofrenda no quisiste, mas me diste un cuerpo.
  • 6 Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.
  • 7 Entonces dije: “He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí.”»
  • 8 Diciendo primero: «Sacrificio y ofrenda, holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron» —cosas que se ofrecen según la Ley—,
  • 9 y diciendo luego: «He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad», quita lo primero para establecer esto último.
  • 10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
  • 11 Ciertamente, todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados.
  • 12 Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios.
  • 13 Allí estará esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.
  • 14 Y así, con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
  • 15 El Espíritu Santo nos atestigua lo mismo, porque después de haber dicho:
  • 16 «Éste es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré»,
  • 17 añade: «Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones»,
  • 18 pues donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por el pecado.
  • 19 Así que, hermanos, tenemos libertad para entrar en el Lugar santísimo por la sangre de Jesucristo,
  • 20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne.
  • 21 También tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios.
  • 22 Acerquémonos, pues, con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura.
  • 23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.
  • 24 Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras,
  • 25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
  • 26 Si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados,
  • 27 sino una horrenda expectación de juicio y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.
  • 28 El que viola la Ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente.
  • 29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisotee al Hijo de Dios, y tenga por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado y ofenda al Espíritu de gracia?
  • 30 Pues conocemos al que dijo: «Mía es la venganza, yo daré el pago» —dice el Señor—. Y otra vez: «El Señor juzgará a su pueblo.»
  • 31 ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!
  • 32 Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis un fuerte y doloroso combate;
  • 33 por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo, y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante:
  • 34 porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos.
  • 35 No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene una gran recompensa,
  • 36 pues os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
  • 37 «Porque aún un poco y el que ha de venir vendrá, y no tardará.
  • 38 Mas el justo vivirá por fe; pero si retrocede, no agradará a mi alma.»
  • 39 Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.
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