1 Corintios-15

(Reina Valera 1995)

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  • 1 Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis;
  • 2 por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.
  • 3 Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;
  • 4 que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;
  • 5 y que apareció a Cefas, y después a los doce.
  • 6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún y otros ya han muerto.
  • 7 Después apareció a Jacobo y después a todos los apóstoles.
  • 8 Por último, como a un abortivo, se me apareció a mí.
  • 9 Yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios.
  • 10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; aunque no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo.
  • 11 Sea yo o sean ellos, así predicamos y así habéis creído.
  • 12 Pero si se predica que Cristo resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?,
  • 13 porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó.
  • 14 Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación y vana es también vuestra fe.
  • 15 Y somos hallados falsos testigos de Dios, porque hemos testificado que Dios resucitó a Cristo, al cual no resucitó si en verdad los muertos no resucitan.
  • 16 Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó;
  • 17 y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana: aún estáis en vuestros pecados.
  • 18 Entonces también los que murieron en Cristo perecieron.
  • 19 Si solamente para esta vida esperamos en Cristo, somos los más dignos de lástima de todos los hombres.
  • 20 Pero ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que murieron es hecho,
  • 21 pues por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.
  • 22 Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.
  • 23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.
  • 24 Luego el fin, cuando entregue el Reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y todo poder.
  • 25 Preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.
  • 26 Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte,
  • 27 porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas.
  • 28 Pero, luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.
  • 29 De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si de ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?
  • 30 ¿Y por qué nosotros nos exponemos a peligros a toda hora?
  • 31 Os aseguro, hermanos, por la gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor Jesucristo, que cada día muero.
  • 32 Si como hombre batallé en Éfeso contra fieras, ¿de qué me sirve? Si los muertos no resucitan, «Comamos y bebamos, porque mañana moriremos.»
  • 33 No os engañéis: «Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.»
  • 34 Velad debidamente y no pequéis, porque algunos no conocen a Dios. Para vergüenza vuestra lo digo.
  • 35 Pero preguntará alguno: «¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?»
  • 36 Necio, lo que tú siembras no vuelve a la vida si no muere antes.
  • 37 Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, sea de trigo o de otro grano.
  • 38 Y Dios le da el cuerpo que él quiere, y a cada semilla su propio cuerpo.
  • 39 No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces y otra la de las aves.
  • 40 Hay cuerpos celestiales y cuerpos terrenales; pero una es la hermosura de los celestiales y otra la de los terrenales.
  • 41 Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en resplandor.
  • 42 Así también sucede con la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción.
  • 43 Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder.
  • 44 Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal y hay cuerpo espiritual.
  • 45 Así también está escrito: «Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente»; el postrer Adán, espíritu que da vida.
  • 46 Pero lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual.
  • 47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.
  • 48 Conforme al terrenal, así serán los terrenales; y conforme al celestial, así serán los celestiales.
  • 49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
  • 50 Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.
  • 51 Os digo un misterio: No todos moriremos; pero todos seremos transformados,
  • 52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados,
  • 53 pues es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se vista de inmortalidad.
  • 54 Cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: «Sorbida es la muerte en victoria.»
  • 55 ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria?,
  • 56 porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la Ley.
  • 57 Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
  • 58 Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.
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