1
Escucha, pueblo mío, mi Ley; inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca.
2
Abriré mi boca en proverbios; hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos,
3
las cuales hemos oído y entendido, las que nuestros padres nos contaron.
4
No las encubriremos a sus hijos, contaremos a la generación venidera las alabanzas de Jehová, su potencia y las maravillas que hizo.
5
Él estableció testimonio en Jacob y puso ley en Israel, la cual mandó a nuestros padres que la notificaran a sus hijos;
6
para que lo sepa la generación venidera, los hijos que nazcan; y los que se levanten lo cuenten a sus hijos,
7
a fin de que pongan en Dios su confianza y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos
8
y no sean como sus padres, generación terca y rebelde; generación que no dispuso su corazón, ni cuyo espíritu fue fiel para con Dios.
9
Los hijos de Efraín, arqueros muy diestros, volvieron las espaldas en el día de la batalla.
10
No guardaron el pacto de Dios ni quisieron andar en su Ley;
11
al contrario, se olvidaron de sus obras y de sus maravillas que les había mostrado.
12
Delante de sus padres hizo maravillas en la tierra de Egipto, en el campo de Zoán.
13
Dividió el mar y los hizo pasar. Detuvo las aguas como en un montón.
14
Los guió de día con nube y toda la noche con resplandor de fuego.
15
Hendió las peñas en el desierto y les dio a beber como de grandes abismos,
16
pues sacó de la peña corrientes e hizo descender aguas como ríos.
17
Pero aun así, volvieron a pecar contra él, rebelándose contra el Altísimo en el desierto,
18
pues tentaron a Dios en su corazón, pidiendo comida a su gusto.
19
Y hablaron contra Dios, diciendo: «¿Podrá poner mesa en el desierto?
20
Él ha herido la peña, y brotaron aguas y torrentes inundaron la tierra. ¿Podrá dar también pan? ¿Dispondrá carne para su pueblo?»
21
Y lo oyó Jehová y se indignó; se encendió el fuego contra Jacob y el furor subió contra Israel,
22
por cuanto no le habían creído ni habían confiado en su salvación.
23
Sin embargo, mandó a las nubes de arriba, abrió las puertas de los cielos
24
e hizo llover sobre ellos maná, para que comieran, y les dio trigo de los cielos.
25
Pan de nobles comió el hombre; les envió comida hasta saciarlos.
26
Movió el viento solano en el cielo, y trajo con su poder al viento del sur,
27
e hizo llover sobre ellos carne, como polvo; como la arena del mar, aves que vuelan.
28
Las hizo caer en medio del campamento, alrededor de sus tiendas.
29
Comieron y se saciaron; les cumplió, pues, su deseo.
30
No habían saciado aún su apetito, aún estaba la comida en su boca,
31
cuando vino sobre ellos el furor de Dios, e hizo morir a los más robustos de ellos y derribó a los escogidos de Israel.
32
Con todo esto, volvieron a pecar y no dieron crédito a sus maravillas.
33
Por tanto, hizo acabar sus días como un soplo y sus años en tribulación.
34
Si los hacía morir, entonces buscaban a Dios; entonces se volvían solícitos en busca suya,
35
y se acordaban de que Dios era su refugio, que el Dios Altísimo era su redentor.
36
Pero lo halagaban con su boca, y con su lengua le mentían,
37
pues sus corazones no eran rectos con él ni permanecieron firmes en su pacto.
38
Pero él, misericordioso, perdonaba la maldad y no los destruía; apartó muchas veces su ira y no despertó todo su enojo.
39
Se acordó de que eran carne, soplo que va y no vuelve.
40
¡Cuántas veces en el desierto se rebelaron contra él, y lo enojaron en el yermo!
41
Y volvían, y tentaban a Dios, y provocaban al Santo de Israel.
42
No se acordaban de su mano, del día que los redimió de la angustia;
43
cuando manifestó en Egipto sus señales y sus maravillas en el campo de Zoán.
44
Y volvió sus ríos en sangre, y sus corrientes, para que no bebieran.
45
Envió entre ellos enjambres de moscas que los devoraban y ranas que los destruían.
46
Dio también a la oruga sus frutos y sus labores a la langosta.
47
Sus viñas destruyó con granizo y sus higuerales con escarcha.
48
Entregó al granizo sus bestias y sus ganados a los rayos.
49
Envió sobre ellos el ardor de su ira; enojo, indignación y angustia, ¡un ejército de ángeles destructores!
50
Dispuso camino a su furor; no eximió la vida de ellos de la muerte, sino que los entregó a mortandad.
51
Hizo morir a todo primogénito en Egipto, las primicias de su fuerza en las tiendas de Cam.
52
Hizo salir a su pueblo como a ovejas y los llevó por el desierto como a un rebaño.
53
Los guió con seguridad, de modo que no tuvieran temor; y el mar cubrió a sus enemigos.
54
Los trajo después a las fronteras de su tierra santa, a este monte que ganó con su mano derecha.
55
Echó las naciones de delante de ellos; con cuerdas repartió sus tierras en heredad e hizo habitar en sus tiendas a las tribus de Israel.
56
Pero ellos tentaron y enojaron al Dios Altísimo y no guardaron sus testimonios;
57
más bien, le dieron la espalda, rebelándose como sus padres; se torcieron como arco engañoso.
58
Lo enojaron con sus lugares altos y lo provocaron a celo con sus imágenes de talla.
59
Lo oyó Dios y se enojó, y en gran manera aborreció a Israel.
60
Dejó, por tanto, el tabernáculo de Silo, la tienda en que habitó entre los hombres.
61
Entregó a cautiverio su poderío; su gloria, en manos del enemigo.
62
Entregó también su pueblo a la espada y se irritó contra su heredad.
63
El fuego devoró a sus jóvenes y sus vírgenes no fueron loadas en cantos nupciales.
64
Sus sacerdotes cayeron a espada y sus viudas no hicieron lamentación.
65
Entonces despertó el Señor como quien duerme, como un valiente que grita excitado por el vino,
66
e hirió a sus enemigos por detrás; les dio perpetua afrenta.
67
Desechó la casa de José y no escogió la tribu de Efraín,
68
sino que escogió la tribu de Judá, el monte Sión, al cual amó.
69
Edificó su santuario a manera de eminencia, como la tierra que cimentó para siempre.
70
Eligió a David su siervo y lo tomó de los rebaños de ovejas;
71
de detrás de las paridas lo trajo, para que apacentara a Jacob su pueblo, a Israel su heredad.
72
Y los apacentó conforme a la integridad de su corazón; los pastoreó con la pericia de sus manos.