2 Corintios-3

(Reina Valera 1960)

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  • 1 ¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros?
  • 2 Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres;
  • 3 siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.
  • 4 Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios;
  • 5 no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios,
  • 6 el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.
  • 7 Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer,
  • 8 ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu?
  • 9 Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación.
  • 10 Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente.
  • 11 Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece.
  • 12 Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza;
  • 13 y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido.
  • 14 Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado.
  • 15 Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos.
  • 16 Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.
  • 17 Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
  • 18 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
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