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¿Adónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de las mujeres? ¿Adónde se ha dirigido tu amado, para que lo busquemos contigo?2
Mi amado ha descendido a su huerto, a las eras de bálsamo, a apacentar su rebaño en los huertos y recoger lirios.3
Yo soy de mi amado y mi amado es mío, él apacienta entre los lirios.4
Eres hermosa como Tirsa, amada mía, encantadora como Jerusalén, imponente como ejército con estandartes.5
Aparta de mí tus ojos, porque ellos me han confundido; tu cabellera es como rebaño de cabras que descienden de Galaad.6
Tus dientes son como rebaño de ovejas que suben del lavadero, todas tienen mellizas, y ninguna de ellas ha perdido su cría.7
Tus mejillas son como mitades de granada detrás de tu velo.8
Sesenta son las reinas y ochenta las concubinas, y las doncellas, sin número;9
pero sin igual es mi paloma, mi perfecta, es la hija única de su madre, la preferida de la que la dio a luz. Las doncellas la vieron y la llamaron bienaventurada, también las reinas y las concubinas, y la alabaron, diciendo:10
“¿Quién es ésta que se asoma como el alba, hermosa como la luna llena, refulgente como el sol, imponente como escuadrones abanderados?”11
Descendí al huerto de los nogales para ver el verdor del valle, para ver si la vid había retoñado, si los granados habían florecido.12
Sin que me diera cuenta, mi alma me colocó sobre los carros de mi noble pueblo .13
Regresa, regresa, oh Sulamita; regresa, regresa, para que te contemplemos. ¿Por qué habéis de contemplar a la Sulamita, como en la danza de los dos coros?